Cada 7 de agosto, miles de personas en Argentina conmemoran el Día de San Cayetano, patrono del pan y del trabajo. En una jornada marcada por la fe y la esperanza, creyentes de todas las edades se acercan a iglesias y templos para agradecer, pedir empleo o renovar sus plegarias.
La celebración principal se realiza en el santuario ubicado en el barrio porteño de Liniers, donde desde la madrugada se forma una extensa fila de fieles que aguardan su turno para pasar frente a la imagen del santo. Muchos llevan espigas de trigo, velas o estampitas como símbolo de devoción.
Bajo el lema “Gracias San Cayetano por acompañarnos, ayúdanos a cuidarnos como hermanos”, este año la Iglesia volvió a poner el foco en la solidaridad, la paz social y el acompañamiento mutuo, en un contexto económico adverso que impulsa aún más la búsqueda de trabajo y estabilidad.
¿Quién fue San Cayetano?
San Cayetano nació en Italia en 1480. Fue un sacerdote que dedicó su vida a ayudar a los pobres, fundó hospitales y promovió la caridad como eje de su misión. En 1524 fundó la orden de los Teatinos, con el objetivo de renovar la vida religiosa y pastoral de la Iglesia.
Su figura se asoció con el pan y el trabajo debido a su compromiso con los más necesitados y a los milagros que se le atribuyeron en épocas de crisis. Fue canonizado en 1671 por el papa Clemente X.
La llegada de su devoción a Argentina
La devoción a San Cayetano llegó a la Argentina de la mano de inmigrantes italianos a fines del siglo XIX. En 1900 se construyó una capilla en Liniers que, con el paso de los años, se convirtió en el actual santuario nacional. Desde entonces, cada 7 de agosto miles de personas acuden al lugar para agradecer y pedir al “santo del pan y del trabajo”.
Además de la tradicional misa central y las procesiones, en muchas ciudades del país se realizaron actividades comunitarias y actos litúrgicos. También se dispusieron operativos de seguridad, asistencia médica y voluntarios para garantizar el normal desarrollo de la jornada.